(Lama Dondrub participa, junto con Daniel Álvarez Lamas, trainer ICC de España, de nuestro curso online ‘Coaching y Espiritualidad’.)
Artigo de Elena Pita (03/04/2016 ), para el diario ‘El Mundo’
El lama budista que revoluciona Barcelona
Lo miraba desde fuera con curiosidad, pasaba el tiempo y sus estaciones, y un día me decidí a entrar. Era un domingo, eran las 8 de la tarde, y en Sangha Activa se preparaban para el ritual que ayuda a emprender la semana; la puerta estaba abierta, nadie me miró ni preguntó nada.
Así pues entro y me siento entre el público, apenas una docena de almas variopintas; los monjes lo hacen en dos filas, cara a cara, con sus partituras e instrumentos al frente. Llega el Lama, todos se inclinan en tres salutaciones ante el altar, y él da la bienvenida; y de aquellos pulmones, la cabeza y el esternón como cajas de resonancia, empieza a brotar una vibración difícil de definir. Como en una ópera sin libreto ni subtítulos, el idioma de sus cánticos, su musicalidad y su lenguaje gestual son muy bellos pero altamente incomprensibles. Te arrastran empero como una corriente marina, hacia un estado energético y de paz. Incomprensible, y te mece y te conduce a un gran bienestar.
¿Por qué si nada entiendo? En el origen fue el budismo. Monjes americanos ensayaron la aplicación de su filosofía, el mismo dharma (camino a la iluminación) que ellos habían aprendido en renglones y melodías tibetanas, a términos mundanos. Y así nació el coaching. Sangha Activa, asociación budista de Barcelona, practica hoy la cadencia del idioma que surgió en el Tíbet ancestral para «primero enseñar a estar bien y buscar la felicidad, y luego regalarla«. Es así de sencillo y es filosofía budista en estado puro, impartida por el venerable Lama Dondrub y sus 11 ngagpas (monjes). Estamos en el lugar de Vallvidrera, entre el pantano y el apeadero del funicular, un viejo restaurante que estas almas han convertido en la casa de Buda.
¿Por qué el ritual me genera tanto bienestar, si nada entiendo?, le pregunto ahora a Lama Dondrub. «No sucede siempre: hay personas que por no entenderlo entran en bloqueo (sus cánticos y mantras, grabados en CD, fueron Disco de Oro en 2006). Otras en cambio, aunque cognitivamente no lo comprendan, lo disfrutan sin ponerse a pensar qué está sucediendo. El ritual está específicamente diseñado para permitirte disfrutar y despertar todos tus resortes positivos». ¿Y la energía? «Se intenta que el sonido y la ceremonia sean armoniosos, y que haya cierta coherencia o complicidad energética entre los participantes; entonces desprende positividad, como cuando ves una coreografía bien hecha y te transmite algo agradable».
Insisto al Lama para que explique más, porque algo han de tener esta música y estas oraciones que tanta energía y bondad contagian. «El idioma que empleamos es un tibetano específico para el dharma, y su vibración ayuda a que la conciencia se expanda, como sucede con el sánscrito en los ritos hindúes. Su terminología, como la de una jerga científica, se refiere al mundo espiritual, al desarrollo personal y el reconocimiento de los mundos internos sutiles. Los tonos son los de la tradición Shakya (la escuela laica más antigua, que integra la práctica y el compromiso budistas en la sociedad y la familia, transmitida de padres a hijos en Tíbet), y los entrenamos. En los rituales, yo me encargo del mundo energético, marcando los ritmos con señales que comunico al guía del ritual, el umtse o director de voz, que a su vez habla al que dirige los instrumentos; y además en el altar está el conductor de la ofrenda o chöpa, el chöpon. Y cuando todos estamos sincrónicamente conectados con el significado de esta escenografía, es cuando la energía fluye».
El venerable Lama Ngawang Dorje Dondrub se inició en el budismo con apenas 16 años, en lo que fue la primera semilla de esta filosofía y práctica en un incipiente centro en Sabadell, 1989. Pocos años después, 1996, ya ordenado ngagpa o monje del linaje Sakya, en busca de un centro para el retiro en grupo se establece junto a la comunidad en un palacete dieciochesco en pleno Parque Natural del Garraf (Barcelona), convertido así en Monasterio Budista Sakya Tashi Ling. En el 2006 se consagra Lama y hace apenas cinco años, seguido por una decena de ngagpas, se reinició fundando la comunidad Sangha Activa, «fue un modo de salir del círculo del confort, volver a emprender, acercarnos aún más a la sociedad».
Abandonan el régimen monástico y expanden su actividad en el universo social y de empresa. Hoy da protección a este centro de Vallvidriera, en lo alto de la capital catalana, el recién inaugurado en Vilassar de Mar y un hogar en Nepal donde habitan y se educan 21 huérfanos. Atienden en Sangha a 230 estudiantes de meditación, además de los alumnos de filosofía y yoga. Lama es el formador de formadores, y hace coaching (budista) en empresas y centros de trabajo. Además ejerce de consejero personal y tutor o «traductor» (como él mismo se proclama) en todo tipo de conflictos familiares, y bajo su amparo crecen muy diferentes proyectos, todos orientados al desarrollo positivo de personas, grupos e ideas (grupos médicos, educación en la felicidad, arte y creatividad, geoarmonía, etcétera).
Cuando puerilmente le pregunto si la mayor fuente de bienestar personal, según el dharma, consiste en trabajar para la felicidad de otros, Lama vuelve a sorprender: «Es la más fácil, pero cuidado que genera adicción, como les ocurre a las madres: fundamentan su sentido de la vida en procurar el agrado de los demás, pero llegan a olvidarse de sí mismas, y esa incoherencia reduce su capacidad de dar felicidad. Uno ha de utilizar esta fuente de felicidad, sí, pero sabiamente: nunca podrás hacer más feliz a nadie de lo que tú seas». Palabra de Lama. «Antes de poder agradar a los demás, uno debe descubrir dónde está su propia felicidad». Y así nos introduce en el círculo de las dos conversaciones.
«Hay dos mundos que debemos tener siempre presentes y que generan dos tipos de comunicación: una es interna, contigo mismo, y la segunda es con el entorno. En la primera se trata de conocer cómo estoy, qué pensamientos, emociones, sensaciones hacen que esté mejor; es decir, saber cómo me gusta ser y estar, y a esto hay que dedicarle tiempo, y ahí nosotros aplicamos las técnicas de la meditación, y los rituales y lecturas que nos armonicen y nos abran la mente. La segunda comunicación sería cómo manifestamos ese estado interno y cómo repercute en las personas que nos rodean: ¿hasta qué punto estamos cumpliendo nuestro deseo natural de generar felicidad en las personas queridas?, ¿genera positividad tu forma de expresarte?, ¿eres capaz de resolver los conflictos naturales de la convivencia? El gran secreto de la felicidad está en una negociación armonizada entre estos dos mundos dentro-fuera: ser capaz de agradar a los demás sin ir en contra de lo que siento».
-¿Ustedes son así de felices en Sangha Activa?
-Es nuestro objetivo, y para ello trabajamos. No lo hemos alcanzado aún, tenemos conflictos y a veces hemos de recordarnos que somos budistas. El enfado es una señal para descubrir que algo está mal, lo que no puede ocurrir es que el enfado me gestione.
«Cuanto más entorno de afecto tenemos, más amplio es nuestro primer mundo y la vida adquiere un sentido más profundo; y así hasta conseguir desde tu positividad alcanzar la regeneración: el milagro de la reconciliación».
No sólo los mantras, rezos y cánticos del dharma ayudan a expandir la conciencia, limpiar y pacificar la mente de las emociones perturbadoras que habitualmente nos bloquean. También el silencio es purificador si se sabe utilizar. Miriam sabe cómo hacerlo. Es una de los 11 ngagpas de Sangha Activa, formadora de meditación y filosofía budista, y enseña a emplear ese silencio en sus lecciones de yoga; más allá aún, nos enseña qué es el yoga. Largos años practicándolo y tan diferentes escuelas ensayadas, y sólo aquí lo he entendido: el yoga es una herramienta que utiliza tu cuerpo como soporte meditativo. Sus sesiones no necesitan llegar al agotamiento físico para alcanzar la relajación o favorecer la meditación, sino que es un estado mental que se percibe en el minuto cero si uno escucha y sigue el arrullo de su voz, en las bendecidas estancias del centro, velados por sus protectores, conducidos por la energía densa del lugar.
Ella lo explica así: «Frente a un hatha yoga común, basado en un equilibrio físico y menos sutil, a través de las asanas (posturas) y ejercicios, nosotros buscamos un estado de conciencia expandida capaz de soltar preocupaciones, malestares y emociones perturbadoras, entrando en nuestra propia naturaleza sin chocar con ella». Y es así, y no al revés, como el cuerpo se relaja y desaparecen las tensiones físicas que proceden de la mente. «Consiste en entrenar la mente utilizando el cuerpo, y que esto no se quede aquí, que esa serenidad que conseguimos a través de la concentración o la conciencia presente, podamos llevarla a la vida diaria. Depende de uno mismo, pero es posible: ejercítalo, pregúntate por qué lo haces, qué buscas».
Miriam Carmona sintió la primera punzada en plena adolescencia. Buscaba el sentido de la vida, que intuía espiritual; buscaba en libros, pero no lo encontraba. Lo primero que le llamó la atención fue el yoga; el yoga le invitó y, cuando entró en el Monasterio del Garraf, con 23 años, primero residente y luego novicia, por ser la más joven y haberlo practicado se convirtió en su ocupación. Luego se ordenó ngagpa y se unió a Sangha Activa, y la vida le ha devuelto al yoga, sin apartarse de la meditación, ni de las artes plásticas, su otra pulsión.
Lama lo explica a su manera. «Hacer yoga para fortalecer la espalda es como acudir al budismo por terapia, y ambas cosas suelen ocurrir. Cuando el cuerpo duele o sufre tensiones, la mayoría tiene origen en un proceso mental; la asana descubre la tensión, centra la atención, te enseña a aplicar la conciencia (meditación activa) y consigues que la tensión se relaje. Sin esto, el yoga es un simple estiramiento físico, lo que se conoce como espiritualidad terapéutica. También a nosotros recurre mucha gente porque está mal, y le ayudamos, pero lo que queremos es que aprendan primero a no ponerse mal y, segundo, a estar bien, expandir su conciencia y poder hacer felices a los demás». Palabra de Lama.
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